El alma del mundo (en latín: anima mundi; en griego antiguo: ψυχή τοῦ παντός psychḗ tou pantós) es un concepto cosmológico de un alma compartida o fuerza rectora del universo a través de la cual el pensamiento divino puede manifestarse en leyes que afectan la materia, o incluso, la hipótesis de una fuerza inmaterial, inseparable de la materia, pero que le proporciona forma y movimiento.[1] Dicho de otro modo, hace alusión a la vitalidad de la naturaleza en su totalidad, asimilada a un solo organismo vivo. El término fue acuñado por Platón en las obras República,[2] Timeo (34 b 3-37 c 5)[3] y en el libro X de Leyes (896 d 10-898 c 8).[4] Una doctrina no explícitamente respaldada por Aristóteles —excepto por las implicaciones de su teoría del intelecto agente descrita en De Anima— recibió un énfasis filosófico considerable por parte de las escuelas estoica y neoplatónica, quienes esencialmente modificaron su concepto de acuerdo con sus respectivas instituciones.[4]